Si hay ciertos sonidos que desencadenan una reacción extremadamente negativa en ti, desde rabia o molestia hasta disgusto o incluso pánico, es posible que tengas una afección llamada misofonía. Los sonidos desencadenantes pueden variar de una persona a otra, incluyendo sorber, tragar, respirar, chasquear los labios, resoplar o incluso el chasquido de los bolígrafos, el crujido de los papeles o el tictac de un reloj.
Pero cualquiera que sea el sonido ofensivo para una persona en particular, tiende a evocar una fuerte reacción emocional, una que es desproporcionada con el sonido ofensivo, y puede incluir reacciones corporales, como un aumento en la frecuencia cardíaca o la presión arterial.
“No es algo benigno, sino más bien una afección en la que las personas realmente luchan cuando escuchan sonidos particulares, a menudo de personas particulares”, dijo Eric Storch, profesor de psicología en el Colegio de Medicina Baylor, cuya investigación se centra en la misofonía.
Desde el exterior, la aversión a un sonido en particular puede parecer algo insignificante, pero para las personas que padecen misofonía, puede hacer que eviten ciertos desencadenantes por completo o eviten situaciones específicas en las que estos sonidos puedan estar presentes. “Estos sonidos crean un mayor nivel de angustia, pero también un nivel bastante significativo de deterioro en el funcionamiento diario”, dijo Storch.
Consejos para lidiar con la misofonía
Todavía no ha habido mucha investigación sobre la misofonía, lo que significa que todavía hay evidencia limitada sobre los mecanismos de afrontamiento más efectivos. Lo que está claro, sin embargo, es que simplemente evitar el sonido desencadenante tiende a no ser una estrategia efectiva, ya que puede conducir a un impacto negativo aún mayor. “Cuanto más evitas, más probable es que lo hagas, y entonces comienzas a desconectarte del mundo”, dijo Storch.
En cambio, las estrategias para lidiar con la misofonía a menudo se centran en replantear el sonido desencadenante para que tenga menos impacto emocional, o en centrarse en la importancia de participar en un evento, incluso cuando hay sonidos desencadenantes asociados con él.
Para la primera estrategia de replantear el sonido desencadenante, el concepto general es pensar en sonidos similares que estén menos cargados emocionalmente, para ayudar a reducir el impacto emocional. “Si se puede reconceptualizar que, en lugar de masticar, podría ser alguien caminando sobre la nieve con botas, o en lugar de una persona que mastica, tal vez se imagina a un niño pequeño masticando, ese puede ser un aspecto que realmente amortigue la prominencia emocional”, dijo Storch.
Para la segunda estrategia, el enfoque está en poder participar en actividades que sean significativas, como asistir a una cena familiar, incluso en presencia de sonidos desencadenantes como masticar. “Realmente trabajamos en el desarrollo de un conjunto de habilidades, para poder lidiar con esas situaciones, y enfrentar esas situaciones junto con ese conjunto de habilidades, en lugar de retroceder y evitar todas las cosas que son importantes para ti, pero que son un poco angustiantes”, dijo Storch.
También hay alguna evidencia adicional de que la terapia cognitivo-conductual puede ayudar con la misofonía, aunque la investigación sobre su efectividad aún es muy limitada.